¡Sí, te daré mi corazón! Lo llevo
ardiendo en llamas de ambiciones puras,
y libre está de terrenas ligaduras,
está otra vez recién nacido y nuevo.
Si tan sumiso hasta tus pies lo elevo,
es par que lo salves de amarguras;
viene de transitar sendas oscuras
y llevarlo sin ti ya no me atrevo.
Ábrele, pues, tus brazos como a un niño;
guárdalo para ti, dale cariño,
y enseñándolo a orar hazlo sublime.
Y así, unidos los dos, vamos al mundo
a mostrarle este amor grande y profundo
a ver si se consuela o se redime.
_Miguel Rash-Isla