Una Espera Sin Muralla
Hay gran conmoción y sentimientos encontrados ante la situación en la frontera de EU y Méjico. Muchos quieren que dicha frontera tenga muy poca o ninguna supervisión/seguridad para que haya un cruce de inmigrantes sin impedimento; una idea que parece bondadosa y altruista.
Meditando en esto, recuerdo a mi padre sufriendo por casi treinta años la tiranía castrista. Para un cristiano con la entereza de mi padre, treinta años en una tiranía atea significa mucha hambre, mucha escases de todo, mucha persecución y cárcel, mucho maltrato de sus conciudadanos, y mucho dolor al ver sufrir a su esposa y sus diez hijos.
En medio de tan dura situación, mi padre esperó y caminó siempre en el orden de Dios. Mientras a su alrededor unos se lanzaban al mar y otros se metían en las embajadas extranjeras de forma ilegal, mi padre permaneció como un yunque, esperando.
Algunas veces el gobierno ofreció formas legales para salir del país, y entonces mi padre hizo todo lo requerido para salir con su familia, pero sin obtener resultados. Mas, llegó un día a finales de 1988, en que recibió una carta aprobando su salida hacia los EU como ministro religioso.
Por fin, a sus setenta y cuatro años, podía salir de tan precaria situación llevando a su esposa; y de sus diez hijos ya solo podía llevarme a mí de diecisiete años.
Nunca olvidaré aquella madrugada en que fuimos recibidos en el aeropuerto de Miami: Cubriendo el dolor y la agitación del destierro y la separación, sentíamos el gozo y la paz de ser recibidos en una tierra libre, limpia y cándida. Todo parecía perfumado; todos parecían ángeles. Y ¡cómo olvidar el espíritu satisfecho, exuberante y digno de mi padre recibiendo los papeles inmediatos como residente permanente! Ante mis ojos de adolescente parecía que crecía y crecía en su esmoquin uniforme blanco.
Creo haber leído su pensamiento: “¡Valió la pena esperar!”
Lector que deseas emigrar tú o algún ser querido: nada cubre el precio de esperar en Dios. Aun si tuvieras que sufrir pobreza y maltrato hasta lograrlo a tus setenta años, ¡vale la pena esperar el orden perfecto de Dios!
Shalom
_D.S.F.